Y ahora aquí, a dos metros bajo tierra dentro de un
cajón transparente de plástico, encadenado de pies y manos con los ojos
vendados y además semidesnudo, ya sólo me queda esperar mi lenta,
asfixiante y desesperante muerte; ya sólo me queda esperar que termine
esta agonía que empezó en el momento en que nací... Recuerdo
que esto empezó un día como cualquier otro en el que estaba
mendingando, no había comido por tres días, no tenía ni una gota de
alcohol y para rematar, un grupo de muchachos con ropas elegantes y con
miradas llenas de odio hacia toda la miseria que yo representaba, se
divirtieron conmigo al ponerme una golpiza. Recuerdo
que en ese momento más que nunca había pensado en el suicidio; en
terminar mi amarga existencia por cualquier medio. Me decidí aventarme a
las vías del metro, llegué a la estación, me sentía tan acabado, tan
derrotado, tan desanimado que no sé si me desmayé o me quedé simplemente
dormido ahí. Entre sueños recuerdo haber visto
una sombra que se deslizaba por el piso hacia mis despojos, traté de
encontrar qué era lo que la producía mas nunca pude, cuando de pronto,
de esa sombra inexplicablemente emergió una persona demacrada; una
persona con cara de que tenía la enfermedad más terrible que te pudieras
imaginar, pero a pesar de eso, irradiaba una energía que me provocó el
escalofrío más intenso jamás antes sentido. Un instante después,
completamente despierto, sentí un sentimiento tan intenso como de
desolación, angustia y terror juntos hacia esa persona, que me dio una
taquicardia hasta llegar al punto de pensar que ahí mismo moriría por un
infarto. Un instante después de que esas
emociones formaron parte de mí, llegué a la conclusión de que aquella
persona era la encarnación de todo lo que está mal en el mundo o como
infantilmente se le llama "el diablo", de pronto esta, realmente no sé
cómo llamarle, con una voz en la que se escuchaban como niños que reían y
cerdos que gemían lastimosamente al mismo tiempo; una voz que se
escuchaba con la misma intensidad de un grito pero con un sonido más
bajo que el mismo me dirigió la palabra, y lo que este demonio me dijo
lo recuerdo tan claramente como el hecho de saber caminar y es lo
siguiente: -Tú, basura inmunda, ¿dónde ha estado
todo este tiempo tu dios?, ¿cuándo te ha ayudado?. Yo te ayudaré, te
haré inmortal 7 veces, pero a cambio usarás parte del dinero que ganes
para destruir, matar y enviciar a todos los materialistas e interesados
que estén a tu alrededor. Medité la propuesta, vi
que no tenía nada que perder, además al recordar a aquellos que me
golpearon sentí que le iba a devolver a la sociedad todo lo que me había
dado. Lo último que recuerdo fue una gran sonrisa
de burla, satisfacción y maldad impresa en su rostro antes de que se
desvaneciera... Al siguiente día me levanté como
nuevo, las cosas se daban fácilmente, pronto me uní a un grupo de
personas que daban shows extremos, de esos que les gustan a la gente
morbosa, y al aprovechar mis múltiples "vidas" gané una gran cantidad
de dinero fácilmente y, como dice el trato, destruí hogares, induje al
vicio a mucha gente y pervertí conciencias sin remordimiento alguno. En
estos shows me mataban de muchas formas, no me escapaba del dolor, pero
podía más mi avaricia que el dolor o el remordimiento. Me hicieron de
todo, me dieron un balazo en el pecho y me levantaba; me tiré desde un
cuarto piso y me levantaba; me senté en una silla eléctrica y me
levantaba; me tiraron con un cañón antiguo al cuerpo y me levantaba; me
tomé un litro de cloro y me levantaba; me inyectaron aire y me
levantaba, en todo esto la gente sólo pagaba y disfrutaba sin saber que
de verdad moría y revivía inmediatamente en cada acto. La
riqueza la disfruté como nunca antes en mi vida, y se me ocurrió que
podía hacer otro acto más para retirarme con mi dinero y disfrutarlo el
resto de mi vida. Fue cuando me propusieron meterme en una caja y
enterrarme bajo tierra por un par de horas... En el momento en el que me bajaron y me estaban cubriendo con la tierra escuché de nuevo la inolvidable voz que me dijo: -Estúpida
basura inmunda, no volverás a revivir, no supiste que después de que
hablaste conmigo fue tu primera resurrección, es por eso que te sentiste
tan bien. Después de escuchar esa fatídica
noticia me entró una enorme angustia, maldije a todo el mundo, preferí
haberme suicidado esa noche, recordé su maldita sonrisa, me sentí
humillado y usado, me arrepentí de mis actos... Y
ahora aquí, a dos metros bajo tierra dentro de un cajón transparente de
plástico, encadenado de pies y manos con los ojos vendados y además
semidesnudo, ya sólo me queda esperar mi lenta, asfixiante y
desesperante muerte; ya sólo me queda esperar que termine esta agonía
que empezó en el momento en que nací...
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